El profesor Capo solía decir: «Hagamos un pequeño esfuerzo y seamos puros». Y cuando se refería a la pureza no sólo aludía a la salud del cuerpo sino también del espíritu y la mente. Capo entró de lleno en el nudismo a mediados de los años veinte, cuando se instaló en Barcelona, y se convirtió en uno de sus principales promotores a través de la revista Pentalfa. Naturismo y Nudismo se complementaban.
«El desnudismo es una vuelta consciente a la naturaleza y nunca una práctica de exhibicionismo y de estímulo del erotismo», aseguraba Capo. Pero este ideal un tanto ingenuo era difícil de transmitir y complicado de entender en una sociedad que veía el desnudo como un pecado, y el cuerpo de la mujer como una tentación inmoral.

Para Capo el nudismo -o «desnudismo científico y filosófico», como lo llamaba- era sinónimo de salud y librecultura, e implicaba una liberación de la mente y del sexo en el sentido de deshacerse de la necesidad de practicar sexo y, así, purificarse y fortificar la mente. El profesor veía el sexo con la única finalidad de procrear; las mujeres no tenían, en su opinión, connotaciones sexuales. Pese a la naturalidad con que difundía los beneficios del nudismo, era muy discreto y, a la vez, muy estricto con quién y dónde practicarlo. Por este motivo, tanto la familia Capo como sus pacientes tomaban sus baños de sol desnudos y al resguardo de curiosos en la terraza de su vivienda de la calle Alcoy de Barcelona o bien en los campos nudistas que fundó a imagen de los que proliferaban en Francia y Alemania. Uno de esos campos nudistas fue fundado en 1929, estaba situado en Gavà (Barcelona), el Paternón o masía Can Torelló, y era el punto de encuentro de naturodesnudistas y «amigos del sol»: matrimonios y familias con hijos. Nunca accedían personas solas con el fin de evitar voyeurs, a quienes el profesor decía que se equivocaban, que aquello era salud y no había que hacer caso a las «malas pasiones».
Resguardados por una tapia de más de dos metros de alto practicaban gimnasia sueca o educación fisicobiológica y deportes de equipo, también baños de sol, comían paellas vegetarianas, y compartían canciones, poesías y simbólicos bailes purificadores alrededor del fuego. En este entorno estaban seguros de que los niños serían vegetarianos convencidos, como Gandhi y Tolstoi, que vivirían sin probar la carne de «inocentes animales», y no se extrañarían de sus cuerpos porque lo considerarían natural, no lo verían como exhibicionismo.
A pesar de la discrección y el respeto con que practicaban el nudismo siempre sufrieron persecuciones. Uno de estos ataques tuvo lugar, como denuncia el propio Capo en una «Carta abierta al señor Presidente de la Generalidad y al señor Gobernador General» publicada en el número 228 de Pentalfa, un día de verano de 1932. Un grupo de miembros de la Sociedad Naturodesnudista de Barcelona estaba practicando gimnasia y tomando el sol desnudos tras los muros del Partenón de Gavà cuando una docena de jóvenes falangistas asaltaron la masía, robaron a los allí presentes y quemaron sus ropas.
Fuente: Libro Recetario del profesor Capo (fragmento). Varios autores. Larousse Editorial 2016. ISBN 978-84-16641-05-5
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